Otros futuros digitales son posibles

Hace unos meses un buen amigo me regaló el libro: «No es inevitable. Un alegato por futuros digitales alternativos.» de Ricard Ruiz de Querol.

En este ensayo que se escribió, en parte, durante la pandemia el autor llama la atención sobre la necesidad de analizar y valorar de forma crítica las implicaciones que tiene la digitalización en nuestras formas de vida. Al final de cada capítulo, Ruiz de Querol, plantea a los lectores unas preguntas para activar precisamente nuestro sentido crítico en relación con estos temas y hacernos reflexionar. Aunque al principio del libro el propio autor plantea de posibilidad de leer el libro saltándose esas «propuestas de reflexión» te recomiendo que, si lo lees, no te las saltes pues algunas son absolutamente pertinentes, especialmente las que nos interrogan sobre nuestros comportamientos individuales en relación con el mundo digital.

En esta entrada, a modo de reseña, voy a recoger algunas de las ideas y conceptos que fui anotando y subrayando durante la lectura de este libro de 316 páginas, publicado en tapa blanda por la editorial Alternativas Económicas (resultado de un proyecto de micromecenazgo). Espero que te animen a descubrir el libro o, al menos, a hacerte algunas preguntas.

Concepto Techlash

No sé a vosotros, pero a mi, el término «Techlash» no me sonaba de nada. Se trata de un fenómeno de reacción que cuestiona el impacto de la expansión descontrolada de las grandes empresas de tecnología (Google, Facebook/Meta, Amazon, Apple, etc.) que han acumulado, al margen de cualquier control efectivo, demasiado poder sobre nuestras economías, democracias, sociedades e, incluso, sobre nuestras mentes. Sin duda proporcionan servicios útiles para millones de usuarios pero tienen efectos no deseados en la sociedad. Utilizan técnicas de diseño que aprovechan debilidades en la psicología de las personas para retener su atención, cuanto más tiempo mejor, utilizando para ello «dark patterns» para, en definitiva, manejar y manipular al usuario en función de sus intereses empresariales.

Si te interesa este tema puedes leer también: El enemigo conoce el sistema, de Marta Peirano publicado en 2019, que ya está disponible en bolsillo y en bibliotecas públicas. Y, si no lo has visto todavía, te aconsejo que dediques 15 minutos para ver esta charla TED en la que esta periodista especializada en tecnología habla de la privacidad en la red: ¿Por qué me vigilan si no soy nadie?

Este «movimiento«pone de manifiesto, en opinión de Ricard Ruiz de Querol, la necesidad de que las innovaciones tecnológicas superen unas comprobaciones y revisiones previas similares a las exigencias que han de pasar los medicamentos antes de ser aprobados y puestos en circulación. Estas precauciones, deberían basarse en unos principios éticos y valores básicos de que fuesen el resultado de un «pacto digital» consensuado por la sociedad. El despliegue de las tecnologías digitales exige una reflexión democrática previa sobre el impacto social que tienen, igual que algunas actividades industriales requieren de una valoración de impacto medioambiental para poder aprobarse. Para el autor, la implantación y los usos de lo digital han de estar al servicio de las personas y de las comunidades. No sé ¿qué te parecen estas ideas? ¿necesarias?, ¿descabelladas?, ¿fuera de lugar?.

Disrupt or be disrupted

Ruiz de Querol considera que hay todo un storytelling tecnófilo que asocia la tecnología y lo tecnológico con el progreso y lo moderno. Dentro de este marco, la tecnología y su carácter disruptivo e innovador se perciben (y se nos presentan) como algo necesario e inevitable. El autor nos invita a cuestionar esta identificación entre innovación y progreso y a valorar aquello que la disrupción desplaza. (Por ejemplo, ¿tiene sentido mantener un servicio público de taxi bien regulado en el contexto actual de «economía de plataformas»? ¿Y el comercio de proximidad?). Lo que persiguen estos disruptores no es tanto anticiparse al futuro como crearlo a medida de sus intereses empresariales.

Diógenes digital

Como resulta tan fácil acceder y almacenar cualquier información, casi sin darnos cuenta, nos convertimos en diógenes digitales. ¿Cuántos miles de documentos, archivos, etc. almacenamos por si los necesitamos alguna vez? ¿Cuántas fotos hacemos y conservamos? Para el autor «la abundancia digital arrolla a la calidad, lo superficial a lo sustantivo» (p. 131) y ¿Cuánto tiempo pasamos navegando por YouTube, u otras redes sociales, prácticamente sin ser conscientes del tiempo y la atención que les estamos dedicando? ¿Has hecho la prueba alguna vez? Sorprende. Precisamente, el modelo de negocio de muchas de estas empresas está basado en que permanezcamos en ellas el mayor tiempo posible, sin importar demasiado cómo lo consigan.

Comodidad vs. individualismo

Todas estás plataformas digitales, por un lado permiten una comunicación y conexión con cualquier persona en todo momento, estamos aparentemente más interconectados que nunca y, al mismo tiempo, refuerzan el individualismo: podemos hacerlo todo desde nuestros dispositivos sin necesidad de salir a la calle ni de interactuar con nadie. El autor habla de la «trampa de la comodidad» y me parece una aproximación muy certera. ¿Crees que existe o es una exageración?

¿Empresas tecnológicas?

Una de las cosas que más me han gustado de este libro es que, con una mirada crítica, reflexiona y cuestiona algunos conceptos que utilizamos de forma prácticamente inconsciente en nuestra sociedad en general y en el ámbito digital especialmente. Uno de esos conceptos sobre el que se detiene es precisamente el de «empresas tecnológicas». Para el autora mejor forma de saber a qué sector pertenece una empresa es ver de dónde procede el grueso de sus ingresos. Teniendo en cuenta la fuente principal de ingresos, empresas como Facebook (ahora Meta), o Google deberían ser consideradas empresas de publicidad y no empresas de tecnológicas: hay una diferencia entre usar la tecnología como una herramienta esencial en los procesos de negocio y otra ser una empresa tecnológica. Del mismo modo que no tiene sentido considerar empresas eléctricas a las muchas empresas para las que el uso de la electricidad es un recurso crítico. Sin ir más lejos, podéis comprobar como en esta misma entrada hablo de estas empresas como «empresas de tecnología» cuando en rigor, no lo son. ¿O sí? ¿Qué opinas?

Futuros digitales

Al final del apartado sobre la disrupción, que mencioné unos párrafos más arriba, Ruiz de Querol nos dice: «La idea de futuro, de cualquier futuro, es hoy sólo una idea que no hay por qué considerar como única ni inevitable» (p.191) y precisamente porque este futuro NO es inevitable, dedica la parte final del libro a tomar conciencia y pensar de manera distinta sobre nuestros posibles futuros digitales.

En primer lugar, nos anima a partir de la siguiente premisa: los posibles futuros de la sociedad digital no pueden limitarse únicamente a tener en cuenta el potencial indiscutible de la nuevas tecnologías. Y nos invita a hacernos algunos preguntas siempre que analicemos estos posibles futuros digitales con una mirada crítica: ¿Quién interviene o debería intervenir? ¿Qué se está haciendo o se podría hacer? ¿Por qué? ¿Para qué? y ¿Cómo?

Resistencia íntima

Para el autor el primer paso para lograr estos cambios está en cada uno de nosotros, lo cual es muy esperanzador e ilusionante, ¿no te parece? Para ello debemos trabajar individualmente en cuidar y mejorar nuestra capacidad de atención. Aquello a lo que no atendemos, es como si no existiese. Debemos retomar el control de nuestro día a día. ¿Con qué frecuencia nos distraen las notificaciones de nuestro móvil? ¿Cuántas de estas interrupciones merecen realmente la pena?

Interpasividad digital

Es otro de los conceptos que he aprendido con esta obra. ¿Te has preguntado alguna vez cómo íbamos a los sitios que no conocíamos antes de que existiesen servicios como los de Google maps? Éramos capaces de hacerlo sin demasiados problemas y lograrlo en un tiempo razonable. Ahora, hay muchas cosas que hemos dejado de (saber) hacer sencillamente porque confiamos en la tecnología para hacerlo. El autor define la interpasividad como «la práctica de transferir a un artefacto o a un agente digital habilidades, tareas y responsabilidades que asumíamos en persona». Por ejemplo: usamos la calculadora para cualquier tipo de cálculo, incluso los más sencillos, no recordamos ningún número de teléfono (ya lo hace el móvil por nosotros.).

Para saber más

Quiero terminar esta reseña con algunas pistas para que puedas continuar si te interesa el tema: además de leer el libro, te animo a bucear y consultar la bibliografía y las referencias que el autor ha utilizado, algunas de las cuales me han ayudado a escribir esta reseña.

Otra forma de llegar al libro es a través del episodio 47 del podcast Humanismo Digital: Futuros digitales alternativos que puedes escuchar desde aquí:

Ir a descargar

Si quieres leer otras reseñas del libro tienes esta brevísima de la revista Telos de la Fundación Telefónica y esta entrevista en Collateral Bits en la que a través de una entrevista con el título»No hay un futuro digital inevitable» en la repasan junto a Ruiz de Querol los principales puntos del libro.

A lo largo de esta entrada he incluido algunas preguntas, se te apetece, me encantará leerte en los comentarios y/o en las redes (Twitter -me niego a cambiarle el nombre- y LinkedIn) y, por su puesto, si has leído el libro dime qué te ha parecido. Si te ha gustado el post, o crees que le puede interesar a alguien más, compártelo.

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Gracias por llegar hasta aquí.

Miguel.

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